Si dar visibilidad a quién eres, qué haces y cómo lo haces te lleva a paralizarte o huyes de aportar valor a los demás por miedo, debes aprender a gestionarlo.
Si estás pasando por esta situación, te entiendo perfectamente porque estos miedos yo misma los viví en primera persona y tuve que hacerles frente.
También son unos de los principales miedos con los que me encuentro en mis consultorías y formaciones y ayudo a cómo vencerlos.
No soy ni psicóloga ni coach, soy una persona que he aprendido a gestionar mis miedos gracias a pedir ayuda profesional. También porque llevo un trabajo de desarrollo personal que me permite hablar desde mi propia experiencia, y compartirla contigo.
Según la RAE es la angustia por un riesgo o daño real o imaginario.
Esta respuesta se produce en nuestro cerebro primitivo, llamado reptiliano, que está perfectamente configurado para ponernos a salvo frente a posibles peligros.
Esto tenía sentido en la época que el ser humano debía enfrentarse a los peligros de los animales en la era de cazadores y recolectores, pero actualmente la mayoría de los peligros son producto de nuestra imaginación, porque el cerebro sigue protegiéndonos de forma automática.
Nuestro cuerpo nos habla frente al miedo y responde de inmediato sobre cómo percibimos la situación. Nos habla y no sabemos escucharlo.
¿Te has sentido identificada o identificado con alguna reacción física de las mencionadas? Hacerse consciente es un primer paso para aprender a gestionarlo.
Quizá te da miedo mostrarte, dudas que lo que tienes que decir o compartir puede resultar de interés a otras personas o incluso sientes vergüenza por no creerte capaz o por el famoso qué dirán.
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Otro miedo, menos conocido es el síndrome del impostor. Lo padecen emprendedores o profesionales cuando comienzan en el mundo digital.
Si quieres cambiar tu vida personal y professional, debes hacerte consciente, responsable de ti mismo o de ti misma y elegir qué hacer con esos miedos.
Para hablar de miedo, he invitado a Mercè Roura, escritora y formadora. Ayuda a personas y empresas a gestionar la inteligencia emocional.
Conócela un poquito más a través de sus propias palabras.
Tal vez las personas que me conocen dirán que soy una mujer osada. Siempre lo fui. Prefiero pasarme que quedarme corta. Arrepentirme que tener que mirar atrás y preguntarme qué habría pasado si me hubiera atrevido. Aunque no quiero mentir, tengo miedo. Todos tenemos miedo. Cada uno los suyos. A mí me asusta que el mundo crea que no hago suficiente, que no me esfuerzo ni pongo todo de mi parte... ¡Qué curioso! Sobre todo, viniendo de alguien que se ha pasado la vida haciendo cosas para demostrar ese plus, para hacer méritos ante el mundo para que le perdone por sus carencias porque no se siente perfecta, porque no es suficiente.
Mi miedo se ha centrado siempre en el ámbito profesional. Cuando crees que nunca has hecho suficiente para demostrar, nunca llegas. Tu propia creencia aniquila tus pasos. Te sientes insegura, pisando la cuerda floja siempre y acabas haciendo el doble y el triple que los demás (o eso crees) para evitar ese miedo, esa sensación de estar en falso siempre y a punto de caer.
Y cuánto más evitar vivir esa incertidumbre, más te pesa, más se te acerca, más grande es... Y cuánto más haces, menos brillas porque haces para ser perdonada por tu poco brillo, para ser valorada, para quitarte de encima esa culpa por no ser suficiente y tener que ir por la vida añadiendo algo más, como si llevaras un regalo siempre bajo el brazo por si tú no pareces adecuada y no bastas... Y por encima de todo, esa rabia y esa sensación de injusticia permanente porque haciendo tanto, no llegas...
Me he pasado la vida esperando haber hecho méritos para que me elijan, para que me den el visto bueno, para sentirme segura y dejar esa cuerda floja. Y un día decidí escogerme a mí misma. Por eso decidí dejar de esperar cosas del mundo y empecé a proponerle cosas. Por eso decidí emprender y hacerme yo mi sitio en lugar de buscar un sitio concreto pensado por otra persona. Por eso hice de la cuerda floja mi hogar y abracé la incertidumbre total convencida de que es la única forma de sentirme segura, puesto que la seguridad que anhelamos no existe y el miedo nunca se va, pero se cansa mucho cuando se da cuenta de que prefieres usarlo para crecer que huir de él para que te encuentre en otro recodo del camino.
Buscaba la libertad de no esperar nada de otros. Tenía claro que quería ofrecer, aportar experiencia, soluciones, que quería acompañar y caminar junto a las personas para decirle «no importa qué piensa el mundo, haz lo que sientes, sé lo que eres, vive sin prejuicios y deja de hostigarte para ser mejor porque lo que te impide serlo en realidad eres tú».
Y eso es lo que hago, usar ese miedo y ese dolor para darles la vuelta y usarlos para crecer y acompañar a otras personas a crecer. Para que dejen de hacer para demostrar y lo hagan para compartir, para ir más allá, para que en diez años no se arrepientan de no haberlo intentado. Para que sepan que pueden y que no pasa nada si no llegan.
Para superar tu miedo no hay otra que vivirlo. Pasar por la cuerda floja y aprender equilibrio. Mecerte en ella un tiempo hasta que te das cuenta de que para estar segura y en paz no tiene que cambiar el escenario sino tú, tu forma de mirar y sobre todo de sentirte por dentro. Esto no va de que las circunstancias cambien sino de que tú cambies gracias a ellas porque te ayudan a sacar lo mejor de ti.
Los miedos en el fondo son como los sueños, una excusa para evolucionar. Un camino que recorrer para darte cuenta de que la meta de tu vida eres tú. No se trata de ver la red antes de saltar sino de saltar sabiendo que tú eres la red.
Gracias por leernos y ahora te pregunto ¿sigues sintiendo miedo a ser visible? Si necesitas ayuda escríbeme aquí.